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martes, 19 de abril de 2011

IDOLATRÍA POSTMODERNA


Mira por encima de tu teología para que puedas ver al verdadero Dios.


Uno de los grandes peligros de la postmodernidad es hacernos dioses a nuestra medida, conforme nuestros deseos e intereses. Los cristianos evangélicos no estamos a salvo de crear nuestros propios ídolos teológicos. Únicamente volvernos a Jesús puede salvarnos de este nuevo tipo de idolatría.



NO TE HARÁS IMÁGENES NI LAS ADORARÁS

El capítulo 17 del libro de Jueces nos cuenta la sorprendente historia de Micaía. Este personaje se construyó un ídolo con un dinero que le había robado a su madre. Después, contrató a un levita que se encontró de forma fortuita para que fuera su sacerdote personal. Tenía todo lo que necesitaba, su propio Dios y su propio sistema de culto, ambas cosas, naturalmente a su servicio. De hecho, su historia acaba con el convencimiento de Micaía de que las bendiciones de su dios estaban aseguradas.

El mandato bíblico tal y como aparece en Éxodo 20: 1-4 prohíbe expresamente que nos hagamos ningún tipo de imagen de Dios, que no nos fabriquemos ídolos y, naturalmente, mucho menos que los adoremos. Nosotros, los evangélicos, hemos usado este pasaje en nuestra confrontación con los católicos y les hemos acusado de idólatras y de romper de forma descarada uno de los diez mandamientos. Nos sentimos muy satisfechos de que, a diferencia de ellos, nosotros estamos libres de idolatría y no tenemos ni adoramos imágenes.

Lamentablemente no es del todo verdadero porque, si bien es cierto, que carecemos de ídolos de metal si que tenemos y, tremendamente poderosos, ídolos mentales. Porque la prohibición bíblica de no hacer imágenes no queda relegada única y exclusivamente al ámbito material, sino también al ámbito mental. Puedes crearte tu propia imagen mental de Dios y adorarla, reverenciarla e incluso manipularla a favor tuyo. Personalmente me dan mucho más miedo las imágenes mentales que las de metal (o madera, plástico metacrilato o cualquier otro material), ya que las primeras son mucho más poderosas, perniciosas y sutiles que las últimas.

Un poeta escribió, la mente se convierte en aquello que contempla. Esto es un arma de doble filo, porque si lo que contemplamos es bueno, nos transformamos a su imagen, pero es fácil imaginar que sucederá si aquello que contemplamos es una imagen equivocada. Es un principio antropológico que los pueblos moldean su carácter en función del tipo de dioses que adoran. Pueblos que adoran dioses de la guerra acostumbran a ser sanguinarios. Si nos convertimos en aquello que adoramos hemos de estar seguro que la imagen de Dios que tenemos es la correcta y la adecuada y, naturalmente, si estamos trabajando con jóvenes hemos de transmitirles una correcta perspectiva del Señor evitando la transmisión de mis propios ídolos.


ÍDOLOS TEOLÓGICOS

El hecho de que seamos cristianos y que tengamos la Palabra de Dios no nos hace inmunes al peligro de crear nuestras propias imágenes mentales de la divinidad. Tenemos la tendencia a pensar que nuestra imagen de Dios es fiel, objetiva y responde claramente a lo que las Escrituras enseñan. Permíteme decirte que eso no necesariamente es cierto.

Todos nos acercamos a la Palabra con un filtro teológico. Este es proporcionado por nuestro contexto religioso, iglesia, denominación, misión, etc. Este filtro hace que veamos a Dios, su relación con nosotros, con el mundo y la vida cristiana en general, de una manera muy determinada y precisa. Este filtro, permíteme la comparación, es como tu retina, ves a través de ella pero no eres consciente en la vida cotidiana de su existencia.

Tener un filtro teológico no es malo si somos conscientes de ello. No es pernicioso si reconocemos que lo que vemos a través de él es limitado, no es definitivo y puede, es más, necesita ser sometido a revisión. Lo que resulta fatal es cuando confundimos nuestro filtro con la realidad y nos pensamos que ambas cosas son similares. Entonces, nuestra imagen de Dios se ha convertido en un ídolo teológico, pero ídolo al fin y al cabo. Entonces, ya no estamos adorando al Dios único sino más bien a la imagen que de Él nos hemos formado a través de nuestro filtro teológico y a esa imagen adoramos y a semejanza de ella nos conformamos y se moldea nuestra vida.

Tener la Palabra de Dios no necesariamente es garantía de la carencia de filtros que condicionen nuestra interpretación de la misma. Los fariseos en tiempos de Jesús son un claro ejemplo de ello. Eran buenos conocedores y estudiosos de la Palabra, sin embargo, tenían su propio filtro que condicionaba de formal total la interpretación de la misma. Al respecto, Alan Hirsch, en su libro, Untamed: Reactivating a Missional Discipleship, dice lo siguiente:

Ciertamente este fue el problema de los fariseos: su doctrina se convirtió en algo tan consolidado que programó de antemano su comprensión de Dios. Eso significó que fueron incapaces de comprender a Dios tal y como se manifestó en Jesús: Jesús simplemente no encajaba con sus categorías teológicas. Sin embargo, rehusaron cambiar estas categorías para que encajaran con la revelación de Dios y, de este modo, acabaron rechazando al Mesías que tanto habían anhelado.

No nos engañemos, esto mismo puede sucedernos a nosotros. Podemos estar forzando a Dios dentro de nuestra estructura teológica para que se acomode a nuestros parámetros. Podemos estar creando un ídolo teológico y, lo que es más triste, sin tener conciencia de ello y juzgando como idólatras a aquellos que perciben a Dios de forma diferente. Ahora bien ¿Es posible evitar la creación de ídolos teológicos? ¿Podemos evitar el quebrantamiento del mandamiento divino de no hacernos imágenes?



JESÚS EL ANTÍDOTO CONTRA LA IDOLATRÍA MENTAL

Jesús es la única posibilidad de evitar la formación de ídolos que sustituyan al verdadero Dios en nuestras mentes y nuestras vidas. Considera estas citas bíblicas:

“A Dios nadie la vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos le ha dado a conocer”. (Juan 1:18)

“Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado. Todo lo ha creado Dios sustentándolo en él”. (Colosenses 1:15)

“Para esos incrédulos, cuya mente está de tal manera cegada por el dios de este mundo, que ya no son capaces de distinguir el resplandor del glorioso mensaje evangélico de Cristo, imagen de Dios”. (2 Corintios 4:4)

“Dios habló en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas, y lo hizo en distintas ocasiones y de múltiples maneras. Ahora, llegada la etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien trajo el universo a la existencia. Y el Hijo, que es reflejo resplandeciente de la gloria de Dios e imagen perfecta de su ser, sostiene el universo…”. (Hebreos 1. 1-3)

Estos versículos nos dicen algo muy importante, si quieres conocer cómo auténticamente es Dios debes de mirar a Jesús, porque como muy bien declaran las Escrituras, Jesús, quien él mismo es Dios, es el único interprete autorizado de cómo la divinidad es.

Lo podemos decir más alto pero no más claro, cualquier interpretación de Dios que entre en contradicción con Jesús debe ser desestimada como incompleta, inadecuada o sesgada, porque afirma la Palabra que Jesús es quien refleja al Padre y nos lo ha dado a conocer.

Esto es muy importante porque Jesús es el centro de la revelación de Dios, Él es la revelación final y definitiva que hace que todas las demás deban ser interpretadas a su luz. Eso, en la práctica, significa que no debes de mirar a Jesús a través de los ojos del Antiguo Testamento o de Pablo, antes al contrario, debes mirar hacia atrás, el Antiguo Pacto, y hacia delante, las epístolas, a través de los ojos del Maestro de Nazaret fiel reflejo de quién y cómo Dios es.

Por tanto, cualquier aparente contradicción entre el Dios de Israel o el Dios de Pablo ha de ser resuelta en Jesús, y si la contradicción aparente no puede se resuelta o reconciliada por nuestra mente, entonces debemos humildemente rendirnos ante Jesús, imagen perfecta de Dios.



APLICACIÓN PERSONAL Y MINISTERIAL

Nadie está exento del peligro de crearse ídolos mentales. Tú y yo debemos de tomar nuestra imagen de Dios y traerla humildemente ante Jesús para que la evalúe y nos indique, si es necesario, que cambios debemos implementar para asegurarnos que adoramos al verdadero Dios. No debemos tratar de forzar a Jesús en nuestra teología eclesial o denominacional, antes bien, debemos permitir que Jesús la redima.

De no hacerlo así, estaremos cayendo en el pecado postmoderno de crearnos nuestro propio ídolo, un dios que se ciña a nuestras expectativas, deseos, ilusiones o perspectivas teológicas. Pero que no será el Dios revelado en Jesús.

Del mismo modo hemos de revisar qué tipo de Dios estamos enseñando a nuestros jóvenes. Hemos de ser honesto y valorar si estamos acercando al Dios revelado en Jesús a nuestros jóvenes o, por el contrario, estamos acercando un ídolo prefabricado. Recordemos que, tal y como les sucedió a los fariseos, la posesión y conocimiento de la Escritura no nos vacuna contra ese peligro automáticamente.

Si nos convertimos en aquello que contemplamos, es urgente y prioritario que contemplemos al Jesús de los evangelios, lleno de amor, perdón, gracia, aceptación, preocupación por el pobre, el que sufre, el desvalido, comprometido con redimir todo lo creado por Dios y corrompido por el pecado. Al Dios de la santidad y la justicia pero, como dice Juan, lleno de gracia y verdad. Mira más allá de tus ídolos teológicos al verdadero Dios revelado en Jesús.

Felix Ortiz F,

No cabe duda somos muy buenos para hacernos trajes a la medida,somos muy inteligentes para manipular el concepto de Dios de tal manera que no nos comprometa mucho, aunque la biblia diga claramente que el que sabe hacer lo bueno y no la hace le es pecado...

excelente video

martes, 12 de abril de 2011

véanlo con calma

LO RARO NO ES QUE LOS JÓVENES DEJEN LA IGLESIA, LO RARO ES QUE SE QUEDEN


En un mundo plural caracterizado por múltiples estilos de vida a disposición de los jóvenes para articular su proyecto vital, no existe un proyecto de vida cristiano, sólo tenemos la triste negación de los proyectos alternativos. No hay una alternativa cristiana, no ya por la que valga la pena morir, sino muchas veces ni siquiera vivir.

SIN PROYECTO EN UN MUNDO DE PROYECTOS

Hace un tiempo estaba escuchando a uno de los conferenciantes para jóvenes más famoso de América Latina, un hombre popular y de gran impacto en las generaciones jóvenes. Escritor, con sus propios programas de radio y televisión y alguien que cuando habla es escuchado por igual por jóvenes y adultos.

hablaba de cómo ser usado por Dios y la necesidad de que evitemos el pecado pues, de lo contrario, no seremos instrumentos útiles en sus manos y El no podrá llevar a cabo su obra a través nuestro. Urgió y pidió a todos los creyentes a caminar en santidad y limpieza de corazón delante del Señor. Hasta aquí todo perfecto. Después desafío a la audiencia -aproximadamente unas dos mil personas- a tener un tiempo de examen de nuestro corazón para que Dios nos permitiera ver si había pecado que impidiera que pudiéramos ser gente que fuera usada para su gloria. Las cosas seguían estando bien. Finalmente, mientras dirigía al auditorio en este tiempo habló del pecado sexual, la masturbación, la fornicación, la pornografía. Aquí ya no me pareció tan bien.

No es que esté a favor de una sexualidad al margen de la voluntad y los planes de Dios, algo sobre lo que habría que hablar en profundidad. Es que me choca que el pecado que impide ser usado por Dios sea únicamente el sexual y a Dios no le importe mi ética de trabajo, mi compromiso con mi país, la lucha contra la pobreza, el maltrato de las mujeres, el abuso infantil, la trata de seres humanos, la injusta distribución de la riqueza en el mundo, la carencia de acceso a la educación de centenares de millones de personas, la corrupción política, el orgullo y arrogancia de los líderes religiosos. Pareciera que eso a Dios le tenga sin cuidado mientras no te vayas a la cama con tu novi@.

Alguien puede afirmar que todo lo demás ya lo damos por sentado. Está bien, ¡Pues no lo demos por sentado! ¡Afirmémoslo! gritemos que ser cristiano es mucho más que evitar la fornicación y el uso y consumo de pornografía, no beber, no fumar, no tener un novi@ no cristiano. Afirmemos en positivo el proyecto de vida cristiano.

Esta charla me hizo pensar en el contenido de este artículo. Lamentablemente los cristianos no podemos afirmarlo porque no tenemos un proyecto de vida cristiano pensado, desarrollado y articulado. Tristemente no sabemos y no podemos afirmar la fe en positivo, únicamente lo podemos hacer negando otros proyectos de vida, otras alternativas, otras cosmovisiones.

Los creyentes nos hemos especializado en señalar, juzgar y condenar todo aquello que no nos gusta de la forma de vivir de la gente a nuestro alrededor. Pero si nos preguntaran qué ofrecemos, cuál es nuestra alternativa, cuál es el proyecto que presentamos, no podríamos articularlo porque carecemos de él, porque es simplemente la negación de los otros, porque es más fácil negar lo de los demás que afirmar lo propio. Y esta es en el fondo, según mi humilde opinión, la razón por la cual los jóvenes en general, y los estudiantes en particular, abandonan nuestras iglesias. No hay una cosmovisión positiva que les permita articular un proyecto vital propio por el que valga la pena vivir y morir.

Muchos jóvenes la única oferta que tienen es participar en la construcción del imperio religioso de sus líderes o el compromiso inquebrantable a estructuras, programas y actividades fosilizados que han perdido toda relevancia cultural, social y espiritual. Dedicación a las formas en vez del fondo, al medio y no a la función, a la tradición pero no a la revolución.

Si algo caracteriza a la postmodernidad es la pluralidad en todas las vertientes y dimensiones de la realidad. Hay una increíble variedad de estilos de vida disponibles para que los jóvenes construyan alrededor de los mismos su proyecto personal vital. Tristemente brilla por su ausencia un proyecto de vida cristiano que sea motivador, desafiador, radical, revolucionario. Somos un coro de plañideras quejándonos de lo malo que es el mundo y participando secretamente del mismo.

UN MANIFIESTO PARA UNA NUEVA GENERACIÓN

Vosotros no tenéis que cometer los mismos errores que cometimos nosotros. No debéis vivir en el mismo vacío de proyecto en el que nosotros hemos tenido que navegar. Necesitáis ese proyecto de vida por el cual valga la pena luchar e incluso morir. Dejadme que os haga una propuesta.

Mirad a vuestro alrededor. Este no es el universo que Dios pensó y creó. Dice Génesis que después de haber acabado el proceso creativo el Señor afirmó que todo era muy bueno. Pero no es eso, en absoluto, lo que vemos a nuestro alrededor, antes al contrario, nos envuelve el dolor (algo físico), el sufrimiento (algo emocional y espiritual), el abuso de unos seres humanos por parte de otros, la especulación, la corrupción, las desigualdades, la violencia, la opresión, la pobreza, el maltrato, la enfermedad y podríamos seguir. Seamos honestos, este mundo no es el que Dios tuvo en mente, esto es el aborto que el pecado, nuestra rebelión contra Dios ha generado. Un proyecto que no pudo ser.

Pero miraos ahora a vosotros mismos. Nosotros no somos la humanidad que Dios pensó y creó. Somos personas rotas, que vivimos en constante dicotomía entre el bien que tenemos la capacidad de ver, identificar y anhelar y el mal, la destrucción y la violencia que corre por nuestras venas. Como dice Pablo, el mal que no quiero es lo que hago y, sin embargo, no llevo a la práctica el bien que identifico. Somos enfermos que hemos generado un mundo enfermo. El mundo que describía en el párrafo anterior es únicamente la expresión de cómo somos. Seamos nuevamente honestos, nosotros no somos la humanidad que Dios tuvo en mente, somos un proyecto de humanidad fracasado, fallido, abortado. Vosotros y yo somos un proyecto que no pudo ser.

Nuestra rebelión contra Dios produjo un catástrofe cósmica que impidió que el proyecto de humanidad y creación de Dios pudiera ser y llevarse a cabo, dando lugar a esta realidad de mundo y humanidad que experimentamos. Nuestra rebelión rompió la relación con Dios, seguimos escondiéndonos de Él. También nos rompió interiormente como personas, nos fracturó, nos creó esta esquizofrenia moral y personal en la que estamos inmersos. La rebelión rompió nuestra relación con otros seres humanos, por eso la mayor parte del dolor y el sufrimiento es infringida por unos seres humanos sobre otros. Finalmente, cuando decidimos volverle la espalda a Dios se rompió nuestra relación con su creación convirtiéndonos en furiosos depredadores y destructores de la misma. Ese el el status quo en que nos dejó el pecado.

Por eso el gran proyecto de vida cristiana es unirnos a Jesús para que el Reino de Dios venga, para que el mundo y la humanidad sean aquello que Dios tuvo en mente y el pecado abortó, para hacer posible un nuevo mundo y una nueva humanidad. Tenemos un proyecto de vida que puede ser enunciado en positivo: colaborar con Jesús en la construcción del Reino de Dios, un nuevo mundo, una nueva humanidad.

Jesús, nos dice el evangelio de Marcos en el capítulo uno, comenzó su ministerio público hablando de la buena noticia y esa, en sus propias palabras, era que el Reino de Dios se había acercado. Jesús proclama el Reino y lo demuestra curando a los enfermos, liberando a los endemoniados, ministrando las necesidades emocionales, físicas y espirituales de las personas, enfrentándose a la injusticia y la marginación, denunciando los abusos de los líderes religiosos y hablándonos de un Dios que nos ama, acepta, perdona y se acerca a nosotros por medio de Él. El Reino de Dios es la esfera en que la autoridad del Señor es aceptada, reconocida y acatada.

Jesús nos enseña a orar pidiendo que el Reino venga, y en esa misma oración modelo nos enseña que eso implica que la voluntad de Dios se haga en la tierra porque en el cielo ya es llevada a cabo. Consecuentemente, sabemos que todo lo malo que hay en este mundo está en contra de la voluntad de Dios, toda opresión, pecado, injusticia, corrupción maltrato, marginación, abuso y desigualdad.

Jesús nos reta e invita a que nos unamos a Él para construir el Reino. Dice Pablo que somos colaboradores de Dios, que somos agentes de reconciliación en un mundo roto, que somos pacificadores llamados a expresar de este modo el carácter de nuestro Padre, que somos gente llamada a vencer con el bien al mal, todo tipo de mal, todo aquello que se levanta contra la voluntad del Padre.

Por eso, el proyecto de vida cristiano es, vuelvo a insistir, un llamado a colaborar con Jesús en el proceso de restauración de la humanidad y del cosmos, de toda su creación. Es trabajar codo a codo con Él para que este universo y esta humanidad sean lo que Dios pensó y el pecado abortó e impidió. Nuestro proyecto no es la negación de otros proyectos sino la construcción del Reino.

CÓMO LO ARTICULAMOS EN LA PRÁCTICA

Viviendo la vida cotidiana como un agente de restauración en un mundo roto. La vida la ejercemos en diferentes ámbitos, el personal, familiar, estudios/trabajo, vecindario, iglesia, ciudad e incluso país.

Vivir como un agente de restauración significa que en todas esas áreas tu estás ayudando a restaurar esas cuatro grandes fracturas que el pecado ha provocado en todo ser humano y de las que antes hablé. Significa que, a algunas personas las podrás reconciliar con Dios. Otras, simplemente las podrás restaurar en sus relaciones con otras personas ayudándolas a reconciliarse, perdonar o ser perdonados. Aún otras podrán recibir de ti ayuda para ser restauradas interiormente, para ser liberadas de amargura, desesperanza, frustración, miedo o ansiedad. Finalmente, a otras, incluso a ti mismo, las ayudarás a tomar conciencia de la necesidad imperativa de cuidar y proteger la creación del Señor que es nuestra herencia como hijos suyos. Vivir como agente de restauración significa que por donde pases dejas un olor de vida y no de muerte, que el mundo es un poco más como Dios pensó y no como el pecado corrompió.

Vivir como agente de restauración significa que cada día te levantas con una misión y una identidad, consciente de quién eres, un agente de restauración colaborador de Jesús y qué misión tienes, colaborar con Él en hacer que este mundo y esta humanidad sean lo que Él siempre tuvo en mente. Todo esto mientras Jesús construye en ti ese hombre nuevo del cual el mismo es el modelo, el prototipo, el ejemplo.

Para que nuestros jóvenes no abandonen la iglesia debemos de darles un proyecto vital digno de vivir e incluso morir por él. Si nuestros estudiantes dejan la iglesia que sea porque el proyecto que Jesús les ofrece es demasiado radical -construir un nuevo mundo y una nueva humanidad- demasiado comprometido, demasiado exigente y arriesgado. Pero no permitamos que lo hagan porque el proyecto que les ofrecemos es irrelevante y carente de sentido, valor y propósito -mantener un status quo que a pocos satisface-.

AUTOR: FELIX ORTIZ FERNANDEZ