Buscar este blog

martes, 14 de junio de 2011

Te fallaran


A veces cometemos el error de creer que hay personas tan buenas y con sentimientos tan nobles que jamás te harían un daño. Depositas tu confianza equivocadamente en esas personas, piensas que son parte de tu vida y de pronto te das cuenta que todo era una farsa, una mentira y aquella persona que tenias como una excelente persona, ahora se ha convertido en tu peor pesadilla.

Y es que nosotros cometemos errores aun a sabiendas que no tenemos que cometerlos, por ejemplo, todos hemos leído el siguiente pasaje en la Biblia: “El Señor dice: Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres y en ellos busca apoyo” Jeremías 17:5 (Dios Habla Hoy).

Es duro leer ese pasaje, pero es más duro saber que a veces nosotros depositamos más nuestra confianza en un hombre, que en las promesas de Dios para nuestra vida.

Pueda que en los últimos días alguien a quien tú querías mucho y en quien confiabas te defraudo; aquella persona de quien tu nunca creíste que te haría un mal, te fallo y ahora tienes dentro de ti un sentimiento horrible de saber que alguien que siempre te demostró sinceridad, fidelidad y apoyo, simplemente te fallo y no era la persona que tu habías idealizado.

Y es que cada uno de nosotros debemos de tener conciencia que no importando cuanta confianza y sinceridad nos demuestre una persona, tarde o temprano nos fallara, como imperfecto que es cometerá algún error del cual nos sentiremos defraudados.

En esos momentos tenemos que tratar de llevar todos esos sentimientos encontrados al ámbito espiritual y reflexionar en el amor de Dios, en su Misericordia, en su Gracia derramada sobre nuestra vida y sobre todo en su Perdón incomparable.

Si nosotros lejos de ver a una persona como perfecta e incapaz de fallarnos, las vemos como personas propensas a fallarnos, todo cambiaria, si cada uno de nosotros tuviéramos un corazón perdonador, lejos de acusar y de defraudarnos, podríamos dar la mano al que nos fallo y decirle: “No importa, te comprendo, acá no ha pasado nada”.

Hablo de esas relaciones de amistad que muchas veces tenemos en donde confiamos plenamente en aquel amigo o amiga y pensamos que jamás nos fallara. Si ese amigo o amiga te falla, no puedes acusarlo, porque al igual que él, tú también eres imperfecto y a pesar que quizá tu no le fallaste a él o a ella, también estabas propenso a hacerlo. Lastimosamente fue tú amigo o amiga la que fallo y no tú, pero eso no es motivo para no perdonar y dar una nueva oportunidad.



Jesús nos enseño como debíamos perdonar aquellos que nos han fallado; en una ocasión Pedro le pregunto: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” Mateo 18:21-22 (Reina-Valera 1960).

Dios como un experto en perdonar, también quiere que cada uno de nosotros podamos perdonar a aquellos que nos fallan, El anhela que nuestro corazón pueda estar limpio, que no pueda haber rencor, odio o cualquier sentimiento negativo que pueda evitarnos avanzar en la vida cristiana.

Por esa razón este día quiero motivarte en primer lugar a perdonar a aquellos que te han fallado, si hay alguna persona en la que confiabas y en la que nunca creíste que te fallaría, pero aun así, lo hizo, debes perdonar a esa persona y sobre todo aprender a que no puedes depositar tu total confianza en una persona, porque nosotros los humanos somos imperfectos y se nos hace muy fácil fallar, por tal razón debes estar consciente que tus amigos, por muy buen amigo tuyo que sea, puede fallarte, aun cuando no lo quiera hacer, su naturaleza es esa y tú también puedes fallarle en cualquier momento.

Confiemos solamente en Dios, pues si tu depositas tu confianza total en El, jamás te defraudara, El es una Amigo Fiel para nosotros y su Fidelidad es Incomparable.

La Biblia dice:

“Y aunque no seamos fieles, Cristo permanece fiel porque él jamás rompe su promesa”.
2 Timoteo 2:13 (Traducción en lenguaje actual)

Si bien es cierto tus amigos o tus seres queridos te fallaran, aun con todo esto Dios jamás lo hará, por lo tanto descansa en sus brazos, apóyate en El, porque El siempre estará allí para levantarte de cualquier situación.

Muchos te pueden fallar, pero Dios jamás te fallara.
Autor: Enrique Monterroza

jueves, 2 de junio de 2011

PEDRO I por Felix Ortiz


MATEO 16:13-20

IDEA PRINCIPAL

JESÚS SE ENCUENTRA CON NOSOTROS Y NOS PREGUNTA QUIÉN CREEMOS QUE ES ÉL

QUIÉN ERA

Pedro, a quien ya hemos introducido en otras ocasiones.


EN QUÉ CIRCUNSTANCIAS SE ENCONTRÓ

Jesús abandona Galilea después de un tiempo de intenso ministerio en aquella región y decide trasladarse al otro lado del lago de Genesaret, concretamente a la zona de Cesarea de Filipo. La ciudad se llamaba con anterioridad Paneas, debido a que era un centro en el que se adoraba al dios griego Pan. Por aquellos años, Filipo, el tetrarca de la zona, la había rebautizado con el nombre que aparece en la Biblia en honor de sí mismo y de César.

En este contexto, Jesús tiene una conversación con sus discípulos y les interroga acerca de cuáles eran los comentarios que la gente hacía con respecto a su identidad. No nos cabe la menor duda que el Maestro estaba perfectamente al día acerca de lo que se decía de Él. Su interés radicaba especialmente en contrastar las opiniones populares con las de sus discípulos. Jesús quería saber cómo iba evolucionando su percepción de quién era Él entre aquellos que debían jugar un papel clave en sus planes.


QUÉ IMPACTO PRODUJO EL ENCUENTRO EN SU VIDA

La pregunta iba dirigida a todos los discípulos en general y estos respondieron lo que, sin duda, habían escuchado oír y comentar a las personas.

Le dijeron que algunos pensaban que era Juan el Bautista. No es de extrañar esta afirmación. Recordemos que el propio Herodes, quien había mandado asesinar a Juan, pensaba que Jesús era el bautista resucitado (véase Mateo 14:1 y 2). También le comentaron que otros afirmaban que era Elías. Tiene sentido, ya que se pensaba que este respetado profeta del Antiguo Testamento, debía de preceder a la aparición del Mesías venidero (véase Malaquías 3:1-3). Se le dijo que había quienes pensaban acerca de Él como Jeremías. La explicación para esto también hay que buscarla en las expectativas mesiánicas judías. Finalmente, otros comentarios populares indicaban que podía ser alguno de los profetas, pensamiento este inspirados en textos como Deuteronomio 18:15-18.

Entonces, Jesús plantea la pregunta que realmente le interesaba, Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro es quien toma la iniciativa de responder de forma individual a una pregunta hecha por Jesús de forma colectiva, Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

Jesús afirma que algo muy importante había sucedido en la vida de Pedro, este había llegado a una mayor y mejor comprensión de la identidad de Jesús, había afirmado su carácter divino y su especial relación con el Padre, sin embargo, en palabras del Maestro, esto le vino, no por enseñanza humana, sino por revelación divina. No se nos dice de qué modo esto sucedió, sin embargo, si se nos afirma que hubo una intervención de Dios y esto nos enseña que el Señor trabaja en los corazones de las personas revelando el auténtico carácter e identidad de su hijo. Algo más sucedió en la vida de Pedro, de nuevo recibe una misión, en este caso relacionada con el establecimiento de la iglesia, es decir, la dimensión comunitaria de la fe cristiana.


QUÉ APLICACIÓN TIENE PARA NOSOTROS

¿Quién es Jesús? El problema de su identidad sigue siendo tan actual y crucial hoy en día como lo fue hace dos mil años cuando el Maestro confrontó a sus discípulos con esa pregunta tan directa y punzante.

Durante su vida, su identidad siempre fue conflictiva. Sus contemporáneos, en varias ocasiones quisieron matarlo a pedradas por blasfemo. Cuando en una de las situaciones Jesús los confrontó y les preguntó por qué maldad que hubiera hecho querían apedrearlo. Ellos respondieron, que por ninguna, sino porque siendo un simple mortal, afirmaba ser igual a Dios. Situaciones de este tipo se repitieron con harta frecuencia en su ministerio público. De hecho, y por paradójico que pueda parecer, Jesús fue condenado a muerte a causa de su identidad, no por nada que hubiera hecho o dejado de hacer, sus afirmaciones de ser hijo de Dios le acarrearon la condena a muerte por blasfemia, siendo solamente hombre, pretendió ser Dios.

Jesús es hoy en día popular y respetado… en tanto que ser humano, naturalmente. En una reciente encuesta realizada entre universitarios españoles, Jesús era considerado como una de las personas más influyentes de la historia de la humanidad. Reconocerlo como un gran maestro de moral, un líder singular, una persona de gran influencia, un modelo a seguir, etc., no representa un mayor problema para muchas personas de nuestra sociedad. Aceptar su divinidad es otra historia muy diferente.

Porque aceptarla trae consigo una gran cantidad de implicaciones. Si Jesús es Dios, entonces tiene autoridad, puede juzgarnos, puede emitir opiniones sobre nuestro estilo de vida, nos coloca ante disyuntivas morales y nos desafía a cambiar nuestra forma de vivir, pensar, actuar, nuestros valores y nuestras prioridades. Ante todo esto, es mejor negar su identidad y apostar a que no fue Dios.

Pero Jesús, no únicamente pregunta a nuestros contemporáneos acerca de su identidad, también nos pregunta a nosotros. Los que nos movemos en contextos religiosos podemos responder de forma correcta a la pregunta y afirmar que Jesús es el Mesías, el hijo del Dios viviente. Pero nuestra respuesta puede ser simplemente eso, correcta desde el punto de vista de las ideas, sin que tenga ningún efecto, ninguna influencia en nuestro estilo de vivir.

Pero Jesús no quiere, no espera y no desea simplemente esa respuesta fácil, intelectual, que cualquiera puede dar. Él desea la respuesta comprometida, la que nos lleva a un cambio radical, que comienza con nuestra manera de pensar, sigue con nuestros valores y prioridades y acaba manifestándose en una conducta diferente que es evidente para todos.

No es aventurado afirmar que si fuéramos cuestionados por Jesús, sin duda, daríamos la respuesta correcta, y que a la misma, Pablo, el apóstol, si estuviera presente (muy hipotético ¿verdad?) nos respondería, entonces, ya no vivas para ti, sino para Él, que murió y resucitó por ti. (1 Corintios 5:15) Porque la identidad de Jesús nos invita, ante todo y sobre todo, a vivir de forma diferente.


PREGUNTAS DE APLICACIÓN

1. Y tú ¿Quién dices que es Jesús?
2. ¿Has dado la respuesta fácil, la respuesta evangélica o has dado la respuesta correcta, la que lleva consigo un cambio en pensamiento, valores, convicciones y vida?
3. ¿Qué diferencia marca en tu vida el afirmar que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios viviente?